“El oro es de todas. No hay un país como la Argentina”: la emoción de Giuliana Gamba, la Kamikaze que hizo historia

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En la arena de Chengdú, China, sonaba el himno argentino mientras Las Kamikazes, el seleccionado femenino de beach handball, festejaba el oro histórico en los World Games 2025. Las cámaras enfocaron a una jugadora que no pudo contener las lágrimas. Era Giuliana Gamba, 24 años, nacida y formada en un club de barrio de Mar de Ajó, que en ese instante sintió que todos los sacrificios habían valido la pena.

"Fue cuando levantamos los brazos, vimos la bandera argentina en lo más alto y sonó el himno. Ahí me cayó la ficha de todo, de todo el esfuerzo colectivo. No era solo mío: era de mis viejos, mis compañeras que son mis hermanas, mi entrenadora, de toda la Argentina", contó en diálogo con PERFIL.

El equipo dirigido por Leticia Brunati, conocido como Las Kamikazes, obtuvo su recompensa en la final contra Alemania, verdugo en el Mundial 2024. Esta vez, la revancha fue argentina: 2-1 en los shoot-out y la primera medalla dorada en la historia del beach handball femenino.

Su recorrido deportivo no empezó en la playa, sino en la gimnasia artística. Pero, el salto al handball llegó de la mano de una escuelita municipal. Desde entonces, Gamba se formó en “el potrero”, como llamamos los argentinos a ese espacio de creatividad, contención y sacrificio que dan los clubes de barrio. 

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Sobre la situación del handball en el país, Giuliana reconoce avances pero también desafíos: “Hoy el handball tiene mucha visibilidad, hay clubes en todo el país y socialmente se lo reconoce. Pero al beach todavía le falta: no existen clubes de base donde formarse y la mayoría llegamos porque nos ven jugar en la pista. En Europa está mucho más desarrollado. Brasil tiene ventajas naturales, pero aun así en Argentina el beach dio un salto enorme en los últimos años”.

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Nada hubiese sido posible sin la compañía de su familia. Sus padres la apoyaron desde el inicio. “Me armaban un arco casero con tubos de ferretería para entrenar en la playa, me acompañaban a correr en la arena, me ayudaban a no perder el foco cuando mis amigas salían y yo tenía que decir que no porque tenía entrenamiento”, recuerda.

La entrenadora, Leticia Brunati, fue otro pilar. Ella la llevó del club Mariano Acosta a la Selección y marcó el camino. “Lety es la capitana del barco. Nos enseñó que los procesos largos, duros y de alto rendimiento también son espacios de hermandad. Eso es lo que nos hizo llegar hasta acá”, resume.

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“Nosotras entrenamos trece meses para este torneo, a veces sin recursos básicos como la arena. Fue un proceso muy duro, con rifas, colectas y sacrificios familiares. El club fue siempre un refugio: ahí se aprende disciplina porque es un deporte de alto rendimiento, pero también unidad porque todas somos una”, agregó.

La historia de esta joven es también la de miles de jóvenes que encuentran en los clubes un lugar de pertenencia. Son espacios que no solo enseñan deporte, sino que también contienen, integran y forman comunidad. 

En un contexto de recortes, la jugadora lo sabe en carne propia: ante la incertidumbre de si el gobierno nacional cubriría o no los gastos a China, hubo que hacer rifas, colectas y juntar becas para pagar pasajes de cuerpo técnico. Finalmente, un porcentaje del viaje fue cubierto por el Estado. 

 “Si hoy hay chicas y chicos soñando con representar a la Argentina es gracias a los clubes. Si los dejamos caer, se pierde futuro”, advierte. En su experiencia, fueron esos espacios los que le permitieron crecer como deportista y como persona. 

El oro en Chengdu fue mucho más que un triunfo deportivo: “Nosotras no llegamos por suerte. Llegamos porque entrenamos, porque nos sacrificamos mucho. El mensaje es ese: los sueños se cumplen con esfuerzo”, subrayó Giuliana.

 Entre sus modelos, Gamba menciona al exbasquetbolista Manu Ginóbili y a Elke Karsten (una de las jugadoras más emblemáticas de la selección argentina de handball). Pero también se inspira en sus compañeras: “La unión y la hermandad que tenemos es lo que nos hace fuertes”. Hoy estudia Kinesiología en la Universidad de Buenos Aires (UBA), convencida de que el deporte y la formación académica pueden convivir, aunque eso implique un esfuerzo extra.

Cuando se le pregunta qué le diría a los jóvenes que hoy entrenan en un club de barrio, responde sin dudar: “Que sueñen. Yo soñaba todas las noches con estar en la Selección. Soñaba con representar a la Argentina. Los sueños se cumplen con esfuerzo y dedicación. Si yo pude, podemos todos”. 

Y, si tuviera que elegir una sola palabra para describir lo que sintió en Chengdu, no lo piensa dos veces: “Pasión. Porque no hay país en el mundo que cante el himno como los argentinos. La pasión es lo que te moviliza. Es lo que hace que entrenemos a pesar de todo, que sigamos. Esa pasión hacia los argentinos no la vi en ninguna parte del mundo. Hacia Messi, Maradona. Esa es nuestra palabra: pasión”. 

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