Brasil: todo listo para la asunción del tercer mandato de Lula

Mundo P/12
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Por Marco Teruggi

Las calles de la capital brasileña ya están dispuestas para la ceremonia y celebración del regreso del líder del PT al gobierno. Bolsonaro viajó a Estados Unidos junto a su esposa para no asistir la toma de posesión y todavía no está claro quién entregará la banda verdeamarela al Presidente electo que iniciará su tercer mandato.
 
Brasilia está lista para la toma de posesión de Lula da Silva. Por las calles pasan autos que tocan bocina de festejo, sacan las manos con la L característica del líder del Partido de los Trabajadores (PT), reciben iguales saludos de quienes caminan bajo el sol y la lluvia que se alternan, siempre con calor. Ya están instalados los puestos de remeras, gorras, banderas que prometen que Brasil será feliz de nuevo. Se vive un clima de euforia a punto de suceder en medio de la capital brasilera, centro geográfico y del Gobierno, donde todo es grande: las avenidas, los edificios, los espacios verdes, las nubes, las fuentes, la Explanada de los Ministerios donde se espera a 300.000 personas para este domingo.

 “Es un momento histórico, pasamos momentos muy difíciles en Brasil, la gente está muy contenta de este momento, vamos a volver a ser felices de nuevo”, dice Marcia, una señora con su gorra del Movimiento de Trabajadores sin Tierra (MST), que vino desde Río de Janeiro para asistir a la toma de posesión. Como ella pasan personas de muchos estados, como de Pernambuco, en el nordeste donde el PT alcanzó 69.34% de los votos en el ballotage, la región donde nació y vivió Lula antes de mudarse con su familia a San Pablo, en el sur, y comenzar su historia de obrero, sindicalista, dirigente político hasta sus dos presidencias. Este domingo empezará la tercera.

La expectativa es muy grande. Se trata del nuevo mandato de Lula luego de los dos anteriores entre 2002 y 2010, y del final vía impeachment en 2016 de Dilma Rousseff. Una historia cortada abruptamente, seguida de la persecución contra Lula que estuvo preso desde abril del 2018 hasta noviembre de 2019. “Yo estuve en la vigilia en la cárcel de Curitiba 580 días, era cocinera, hacía 25 kilos de arroz por días, soy petista, mi razón de vivir es el PT, es Lula”, cuenta Malvina Joana de Lima, una señora de 71 años que vino hasta Brasilia para lo que todo indica será una fiesta.

Malvina lleva una bandera de Brasil con un plato de comida en el centro. Muestra el hambre, que regresó a Brasil con el gobierno de Jair Bolsonaro, como indicó la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. El festejo es también por el fin de los cuatro años de Bolsonaro. “Todo su gobierno fue destrucción”, dice Mirtes, también carioca en Brasilia. Mirtes menciona también lo que fue la noticia principal del viernes cuando Bolsonaro tomó un avión hacia Estados Unidos: “Salió del país, pero tenemos confianza que muchas de las cosas que debe las tenga que pagar, por todo lo que hizo, las muertes por covid, toda la gente que murió sin ninguna necesidad”.

La huida y las amenazas
La especulación sobre una posible salida del país de Bolsonaro llevaba días, hasta que finalmente se confirmó su destino: Orlando, junto a su mujer, Michelle Bolsonaro, a una casa valorada en casi mil dólares por día, por un lapso de tiempo aún indeterminado, según indicó la prensa brasilera. Así Bolsonaro no solamente no le pasará la banda presidencial a Lula el domingo, sino que estará fuera del país, en una salida que muchos leen como un escape en vista del fin de su inmunidad política y la incertidumbre que se abre. ¿Quién le pasará la banda presidencial a Lula? Es una pregunta aún abierta, en particular por el saliente vicepresidente, Hamilton Mourao, también afirmó que no lo hará.

“Derrotamos a Bolsonaro, pero el bolsonarismo continúa, el fascismo continúa”, dice Mirtes. Esta idea es una de las más instaladas: su salida del Palacio del Planalto no significa el fin del sujeto político que se articuló y consolidó durante sus cuatro años, en particular en vista de los acontecimientos ocurridos desde su derrota el pasado 30 de octubre. Primero fueron los bloqueos de carreteras, luego las movilizaciones a los cuarteles militares para pedir una intervención, seguido de acampes en la puerta de varios de ellos, como en Brasilia, donde aún quedan vestigios. En todos los episodios Bolsonaro optó por el silencio hasta, llegado el punto límite, desmarcarse o realizar una relativa condena.

Fue en Brasilia también donde tuvieron lugar los hechos más preocupantes en diciembre. Primero el ataque por parte de un grupo de bolsonaristas que quemaron autos, buses, intentaron ingresar a la sede de la Policía Federal, una acción que dio lugar esta semana a intervenciones policiales con la detención de cuatro personas por "los delitos investigados son los de daños calificados, incendio, asociación criminal, abolición violenta del Estado de Derecho y golpe de Estado”. Luego, en Nochebuena, ocurrió el intento de explosión de un camión con gasolina por parte de un bolsonarista que tenía guardado un arsenal en un departamento.

“No hay preocupación, está la Policía Federal, tomaron todas las precauciones, la gente está tranquila”, dice Marcia. Su opinión, sin embargo, no es compartida por varios que se mantienen alertas para el domingo, en vista de la radicalización de algunos bolsonaristas. En ese contexto Alexander de Moraes, ministro del Supremo Tribunal Federal, prohibió la portación de armas en Brasilia desde el miércoles pasado hasta el próximo martes. “No serán pequeños grupos terroristas los que paralicen las instituciones de la democracia brasileña, eso no tiene cabida en Brasil”, afirmó, por su parte, el próximo ministro de Justicia del gobierno de Lula, Flavio Dino.

El regreso internacional
Bolsonaro condujo a Brasil a un aislamiento internacional cada vez mayor durante los últimos meses. Uno de los casos más notorios fue el enfriamiento hasta la distancia con la actual Casa Blanca bajo Joe Biden. El regreso de Lula es, por eso también, el reingreso de Brasil a la tan compleja escena internacional actual. El gigante sudamericano, más que cualquier otro en América Latina, es además un país con capacidad de despliegue protagónico en varias arenas y agendas internacionales, como los BRICS o el cambio climático, una de las principales banderas levantadas por el líder del PT en su regreso.

Esa expectativa por el retorno de Lula tiene su traducción en la cantidad de mandatarios confirmados para el día domingo: cerca de 18, además de importantes delegaciones de diferentes potencias, como Estados Unidos, Rusia y China. Brasilia será la sede de la política internacional de este inicio de 2023. Una de las preguntas es si finalmente asistirá el presidente venezolano Nicolás Maduro, cuya prohibición de ingreso al país fue levantada el pasado viernes. Su presencia sería un hecho significativo para Caracas, en particular luego del fin oficial del denominado “gobierno interino” ocurrido esta semana.

Ya se sabe que Lula hará sus primeros viajes a Argentina, Washington y Beijing. Será parte del inicio de su gobierno, del tercer y último mandato del principal líder de izquierda del país en los últimos treinta años. Estará frente del desafío de reconstruir la convivencia en una sociedad dividida, la creencia y funcionamiento de la democracia, sus instituciones, así como atender demandas urgentes, como la creciente desigualdad. Lo hará acompañado por un gabinete de coalición, donde el PT y aliados más estrechos están en cargos estratégicos, como el Ministerio de Hacienda, en manos de Fernando Haddad. Todo comenzará este domingo, cuando Lula vuelva a vestir la banda verde y amarilla bajo el cielo nublado de Brasilia.

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