Propuestas para la nueva Constitución de Chile

Mundo Federica García
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Hay ya cerca de 65.000 propuestas, pero lo más dramático no es sólo la fragmentación y competencia de la sociedad chilena por proponer la mejor idea.
Es tanto el individualismo en Chile, que van más 60.000 “iniciativas populares de norma constitucional” que son propuestas temáticas de personas naturales que creen que su idea debe estar garantizada en la nueva Carta Magna. 

Pero lo que más impresiona, no es sólo el individualismo que hay detrás de la abundancia anárquica de propuestas, sino la ignorancia de lo que es una Constitución y las pocas ganas de no hacer el ridículo y al menos leer un poco cuál es el contenido que debe tener una Constitución. 

Las y los chilenos pueden proponer ideas de normas para esa nueva Constitución. Pueden hacerlo, sólo por vía digital, con una clave especial de trámites que da el Gobierno y no se necesita respaldo de nadie más que tú mismo. 

Luego, para que esta propuesta de norma llegue a ser revisada y discutida como tal en la Convención Constitucional, se requieren 15.000 firmas digitales de adherentes. 

Esa es la participación que se logró sin que las y los chilenos tengan educación cívica en el colegio hace ya más de diez años (el ramo ya no existe, y hoy se nota más que nunca)

Así, hoy es casi una suerte de moda ciudadana, proponer normas para la Constitución. Saturan las redes mensaje como: “Hola, propuse una norma constitucional para garantizar que…….   Ayúdame con tu firma”.

Hay ya cerca de 65.000 propuestas, pero lo más dramático no es sólo la fragmentación y competencia de la sociedad chilena por proponer la mejor idea, sino la prioridad de los temas que se proponen para ser norma en la Carta Mangna y que han alcanzado las firmas requeridas en tiempo récord.

La defensa de un parque en particular (el que me gusta a mí o dónde yo vivo), el derecho a ser hincha de un equipo deportivo, (si, tal cual) o garantizar el acceso cannabico por vía constitucional, son sólo algunas de las ideas. Y lo peor, es que esta anarquía un tanto narcisa, está operando en contra de los temas vitales para Chile como por ejemplo la definición de la propiedad del agua, hoy privatizada en todas sus formas.

Hay más de una decena de iniciativas que buscan su nacionalización o declararla como un derecho humano, pero pasaron muchos días y ninguna lograba las 15.000 firmas.

La dispersión como consecuencia del narcisismo neoliberal y la crónica imposibilidad de trabajar en asambleas efectivas que no se rompan o dividan a poco andar (justamente por el narcisismo criado en la competencia neoliberal), finamente el mecanismo podría incluso estar operando a favor de los intereses de grandes empresas.

Más triste aún es ver cuáles son las propuestas de norma que solo en horas alcanzaron las 15.000 firmas.

No, ninguna fue acabar con las AFP (las empresas que lucran con la jubilación de los chilenos)… pero sí para evitar que las pensiones sean del Estado y así garantizar la propiedad individual, en la que cada persona pueda escoger si lo administra una AFP o un modelo mixto, rechazando así la posibilidad común de un fondo solidario. 

“Con mi plata no”, se llama esa. Y así, con mis hijos no, con mi educación no, etcétera. Pero el no, es para el Estado.

Chile olvidó el bien común hace demasiado tiempo. 

Las quejas dolorosas de los extranjeros que ven cómo a las embarazadas no se les da el asiento y se les trata cómo un carga social que nadie quiere bancar, o como los niños son una molestia permanente en cualquier lugar público o los ancianos despreciados y ridiculizados como estorbo social, hoy más que nunca se evidencian en Chile. 

Porque ese despertar de la revuelta, en el que la gente comenzó a mirarse en las calles, a ayudarse al caminar, al protegerse en la protesta, rápidamente fue desmantelado con estrategias de control social que tuvo a muchos infiltrados encargados de estimular la división, la desconfianza y la competencia en las bases que protestaban. 

Cuestión que después, en la pandemia, se consolidó. Hoy, las y los chilenos volvieron a ser todos enemigos. Volvieron a odiarse, porque para sobrevivir aquí, debes saber que cualquiera podrá traicionarte para alcanzar su propio éxito o bienestar, y eso te obliga a estar siempre alerta, y estar siempre alerta, enloquece a cualquiera. 

La matriz de que cualquier chileno podría matarte con el virus, activó otra vez lo más esencial del neoliberalismo. 

Y es que el cambio de la revolución sanguinaria de Pinochet, fue casi genética. Y cuando comienzan a reencontrarse en un solo pueblo, basta un par de latigazos para revitalizar el individualismo, la desconfianza y la competencia. 

Aún no hay memoria colectiva que tenga la fuerza necesaria para hacer comunidad. 

Al contrario, lo común sigue dando miedo y los famosos retiros del dinero de las AFP, sólo sirvieron para demostrar a cada chileno que su dinero “es suyo”, y que un eventual fondo común, como se escucha en las calles, “le va a financiar la vejez a un vago que no trabajó tanto como yo. Mi dinero es mío”.

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