Hay que desenmascarar a los mentirosos que ganan dinero o poder con la desinformación

Laura Zommer
medios

“Aunque nunca vamos a acabar del todo con las mentiras, la desinformación y las campañas de propaganda, debemos seguir aumentando el costo de mentir. Tenemos que desenmascarar a los mentirosos y a los actores que ganan dinero o poder con la desinformación, tanto como podamos, y enseñar, ayudar y fortalecer a nuestras comunidades para que sepan lidiar mejor con la información errónea y la desinformación mediante intervenciones de alfabetización mediática”.

El encomillado es un fragmento del discurso “Soluciones innovadoras para abordar la desinformación” pronunciado en la ONU por Laura Zommer –cofundadora y CEO de Fatchequeado– y distinguida por la Fundación Gabo en su 30° aniversario.

Sintetiza, ese tramo de su exposición, buena parte de lo que creemos quienes ejercemos esta profesión de manera independiente y comprometida con los preceptos fundantes del buen periodismo.

Viene a cuento por lo que viene sucediendo con parte de los medios de comunicación y sus principales protagonistas desde que Javier Milei accedió a la Presidencia en diciembre de 2023: un creciente nivel de aceptación de cuanto hace y dice el gobierno desde hace casi dos años. Aceptación es, probablemente, una definición de su conducta con mirada benévola: en verdad, corresponde caracterizarla como una sumisa conducta más cercana al súbdito de una monarquía que a la responsabilidad de cuestionar, investigar, poner al descubierto todo aquello que el poder pretende ocultar. 

En estos días que vivimos posteriores a las elecciones provinciales de Buenos Aires, con sus resultados no pronosticados y sus consecuencias dramáticas en la cima del poder, venimos viendo cómo buena parte de los aplaudidores de todo lo que Milei y sus subordinados dicen y hacen, están mutando a tibias críticas, a marginales cuestionamientos. Todavía no se animan a desmontar el aparato comunicacional que viene acompañando al gobierno con más o menos euforia. Algunos de ellos disfrazan, sí, ciertas críticas aparentes pretendiendo despegarse algo de su pasado de subordinación.

Escribí, no hace mucho, que de ciertas conductas profesionales espurias no hay forma de retornar. Quienes las ejecutan quedan manchados. Y estos comunicadores (me niego a adjudicarles la definición de periodistas) están en esa posición: por más que quieran mimetizarse con el buen oficio, están infectados irremediablemente con antiperiodismo.

Buena parte de esos amanuenses del poder pretenden hoy disfrazar sus acciones bajo el manto de la novedosa inteligencia artificial. No la consultan bien, o al menos descartan lo que no les conviene. Este ombudsman la consulta para sintetizar lo que rotundos textos han profundizado en el tema de la relación entre periodismo y poder: “La relación entre periodistas y gobiernos se define por la tensión entre la función fiscalizadora del periodismo y el intento de los gobiernos de moldear la información pública para sus propios fines. Los gobiernos buscan presentar su propia narrativa política y electoral, mientras los periodistas, desde su autonomía, buscan investigar y exponer los asuntos públicos para informar a la ciudadanía y permitirle ejercer sus derechos en una sociedad libre y democrática”. 

Así respondió la IA a mi consulta. No parecen tenerlo en cuenta los comunicadores de los que hablo, que buscan y rebuscan en el cajón de los argumentos aquellos que puedan dejarlos mejor parados ante la nueva situación derivada de las elecciones del pasado domingo: un reparto de responsabilidades, la desembozada toma de posición por uno u otro bandos de la interna gubernamental, los interrogantes acerca de cuánta influencia han tenido los casos de presunta corrupción que jaquean al gobierno desde hace meses ($Libra, audios de Spagnuolo, ataque contra jubilados, discapacitados, irregularidades en el PAMI, la sobreprotección a laboratorios y droguerías, el caso Fentanilo, los pasaportes, las adjudicaciones de compras poco claras y otras excrecencias), cuánta influencia han tenido los exabruptos de Milei y sus acólitos en el propio gobierno y en redes sociales, cuánto tiene la compleja situación económica sin soluciones efectivas a la vista. 

Creo necesario invitar una vez más  a los lectores de PERFIL a separar la paja del trigo y poner bajo una lupa crítica a los comunicadores súbditos del poder.

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